Cómo vivir

16/05/2011 at 22:49 (Historias, Trajedia)

Cómo Vivir

 

La mejor manera de vivir es peleando contra la vida.

Aunque no puedas ganar nunca te rindas.


El pequeño Tim era un diablillo de 8 años. Saludable, con una energía inagotable para correr por todos lados y siempre llevaba acuestas su mejor arma, su sonrisa. Una encantadora sonrisa que lo salvaba siempre de los duros regaños de su madre, o de la vecina a la que solía robarle las naranjas de su árbol favorito y sin duda lo salvó de recibir un par de golpes del pescadero del muelle por “toar prestado sin permiso” su red de pescar.

Tim era conocido en el pueblo, era ese bichito que correteaba todo el día de un lado para otro y que todos miraban pasar. Del mismo modo era muy conocida su madre, Narcissa. Era una muchacha con ese encanto especial, no era nada fuera de lo común…pero esa sonrisa que le heredó a su hijo hacía que no pasara desapercibida por ningún hombre.

Su esposo era pescadero, se iba de la casa con el alba y retornaba con las primeras luciérnagas.

Era una familia sencilla en un pueblo sencillo.

Pero la vida no es sencilla.

Un viernes de mayo la pesca no fue tan buena, eran tiempo difíciles y el padre de Tim decidió adentrarse unas cuantas millas más en el mar. El sol comenzaba a caer y el cielo se pintaba de naranja mientras Tim jugaba con otro dos niños. Todos chillaban emocionados con el juego, Tim era el capitán de su “tripulación” y andaban buscando un tesoro por la playa, buscaban algo mas interesante que unas simples conchillas o cangrejos.

-¡Allá hay algo!- gritó Tim y todos fueron hacia donde señalaba.

-¡Es el tesoro!- gritó otro.

-¡Genial!-

-¡Yo lo quiero!- pidió otro.

-¡No es mio!-

-¡Es mío- y así comenzaron a pelearse por su tesoro, que no era otra cosa que un pedazo de ancla viejo y torcido como un extraño bastón.

-¡Ya!- gritó Tim poniendo orden- ¡Soy el capitán y soy el que se queda con el tesoro!- Dijo tomando el “tesoro” y poniéndolo tras su espalda para que no se lo arrebatasen. Los otros niños empezaron a protestar y trataban de quitárselo, pero Tim era muy rápido.

Y de un momento a otro Tim estaba corriendo hacia el pueblo sacándoles la lengua mientras reía por su victoria.

-Jejeje Tontos- dijo feliz, sabia que se enojarían, pero el sólo quería ir a mostrárselo a su madre, después regresaría con ellos para compartirlo.

Corrió y corrió hasta llegar a su casa, llegó a la puerta y se estiró todo lo que pudo para alcanzar la perilla y con mucho esfuerzo logró girarla, luego empujó la puerta, sólo un poco y entró. Se asomó por la puerta de la cocina y un grito lo detuvo.

-¡LARGO DE AQUÍ!-

Dos extraños hombres en su cocina no le preocupan demasiado, no está acostumbrado a desconfiar de nadie…pero la expresión de terror de su madre le afecta demasiado, el miedo se ciñe en su pequeño pecho y comienza a temblar.

-¡CÁLLATE!- grita uno de los extraños – Danos lo que tienes, no intentes ocultarlo que te irá peor – Advierte acercándole el gran cuchillo que sostiene al vientre de la muchacha.

-¿Qué…Qué no entienden que no tenemos nada?!- pregunta con un hilo de voz. Mirándolos a los ojos sucesivamente, ambos son grotescos, harapientos y hieden a alcohol. El repugnante olor llega al pequeño Tim quien siente nauseas y comienza a sudar frío. Toma en ambas manos el hierro del ancla que encontró y lo abraza a su pecho tratando de entender qué es lo que ocurre.

-¡Ya me cansó!- gritó el otro hombre desesperado, ese sostenía un gran bate de madera. –Le sacaré el dinero a golpes- dice furioso levantando su bate, pero es detenido por su compañero.

-Espera un momento, podemos divertirnos un rato más- le susurra lascivo.

-Váyanse de mi casa…¡BASTARDOS!- Narcissa tiene miedo, mucho miedo. La tienen acorralada.

-¿¡Qué dijiste?!- grita el que sostiene el cuchillo, dispuesto a no dejarse insultar, ambos se acercan más a la mujer.

-¡A…aléjense de mi des…desgraciados!- dice entre gemidos mientras rompe a llorar. Encolerizados y guiados por el alcohol se abalanzan sobre ella.

Uno a uno, Tim ve paralizado como le llueven golpes secos  a su madre. Un cuchillo atraviesa por segunda vez el pecho de Narcissa y el pequeño grita.

Un grito desgarrador.

-¡MAMÁ!-

El cuerpo cae. Es demasiado tarde para ella.

Tim corre a su lado.

-¡Mama! ¡Mamá!- grita hipando una y otra vez. Moviéndola para que reaccione. Su rostro empieza a enfriarse y aún está húmedo por las lágrimas.

-¡¿Y este mocoso que hace aquí?!- pregunta el hombre del bat empujando al pequeño quien sigue temblando mirando a su madre en el piso.

-¡Mamá levántate!- sigue gritando una y otra vez, no queriendo entender que es lo que ocurre. Sus piernas no pueden sostenerlo mucho más y cae al piso mientras gruesas lágrimas recorren sus mejillas. Sus sollozos no paran al oir como le gritan que se calle, el miedo y el olor a alcohol ahora le producen arcadas interrumpiendo unos segundos su llanto cuando se acercan y le agarran del cabello gritando que deje de chillar. Lo vuelven a empujar una y otra vez.

-¿Acaso quieres que te rebane la garganta niñito?- pregunta acercándole el cuchillo a la cara. Es cuando el pequeño reacciona, contiene el aliento y se levanta para comenzar a correr hacia la puerta. Aún tiene entre sus manos el pedazo de ancla cuando llega al marco de la puerta.

-¡AYUDA!- Grita cuando está atravesando el jardín, esperando que alguno de los vecinos lo escuche, pero lo empujan por atrás y cae de bruces al suelo, recién dandose cuenta que tiene raspadas las rodillas.

-¡Cállate!- le gritan, asustados de que alguien lo haya oído. El niño trata de gritar otra vez, pero la amenaza del cuchillo lo silencia.

-¡Estás muerto niño!-Lo patean, pierde el aliento. Y de pronto sabe que no puede huir. Sabe que nadie vendrá.

Y sabe que va a morir igual que su madre.

Pensó en rendirse, no tenía caso…pero el dolor de ver a su madre caer le hizo entender algo…

Un niño de 8 años entendió lo que mucha gente no entiende en toda su vida. Debía pelear si quería vivir. Y si iba a morir….iba a pelear hasta morir.

Tim aprieta el hierro entre sus manos, levantándolo, listo para atacar. Gruesas lágrimas recorren su pequeño rostro. Y se lanza contra el par de borrachos tratando de golpearlos.

El padre de Tim regresó de su pesca más tarde ese día, feliz por haber pescado algo bueno.

Encontró el cuerpo de su hijo en medio de su jardín, sobre los narcisos. El de su esposa seguía en la cocina. Se llevaron todo lo de valor.

El entierro fue al día siguiente.

La lápida de Tim decía “Hijo querido”

Todos decían que perdió la vida al encontrarse con un par de ladrones, que era un buen niño y que no pudo huir a tiempo de ellos. Todos decían “Pobre Tim, trató de escapar pero…”

Lamentaciones y alusiones a lo bueno que era.

Palabras vacías, vagas y sin nombre. Esas palabras parecían blasfemas y ofensivas.

Su alma dolía por las palabras que jamás fueron escritas en su lápida.

Su alma dolía Porque nadie escribió la verdad.

Nadie supo que murió peleando.

No esperes que alguien te proteja de los monstruos,

no esperes que alguien te aleje de la crueldad.

Haz lo mejor para ti mismo y pelea.

Dale la cara a la vida, enfrenta tus miedos, pelea hasta el fin.

 

Muere peleando y habrás vivido de verdad.

Fin

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Sembrando la Cizaña

09/11/2010 at 22:05 (Amor, Historias, Trajedia)

 

Summary :

 

“La mayoría de las personas malas en este mundo no nacen, se hacen malas.

Son almas perdidas, olvidadas y solitarias que tan sólo necesitan de un pequeño empujón para caer en el pecado…

 

Mi nombre es Marco Salvatore, y soy aquel pequeño empujón…”

 



“Sembrando la Cizaña”

 

 

By: M. A. D

 

 

Capítulo 1

El mundo es un tira y afloja, y para que unos rían otros lloran

 

 

Es invierno.

Caminas entre la escarcha, apenas escuchando el sonido que hace el hielo al quebrarse bajo tus botas negras. El viento no te compadece, la brisa helada rompe en tu cara para mantenerte despierto; lo único que te abriga es una vieja chaqueta y tu querida bufanda roja, tan larga que te llega a las rodillas, nada más impide que el frío llegue a tus huesos pero, como siempre, no te importa lo suficiente como para prestarle atención.

Apresúrate o llegarás tarde.

Día importante, trabajo importante…

 

Aún antes de haberlo hecho te sientes culpable.

 

Aún sabiendo que andas un par de minutos retrasado caminas con calma, con pesar a cada paso, pero como eres el invitado principal…No ocurrirá nada si llegas un poco tarde. Aprietas los puños dentro los bolsillos de la chaqueta y sintiendo tus labios húmedos del frío de la nevada notas que estás a un par de cuadras.

 

Despegas la vista del pavimento y te encuentras con un pequeño, casi imperceptible letrero enmarcado en una puerta, el lugar es pequeño también y  se pierde fácilmente entre los grandes edificios que se elevan eclipsándolo, pareciendo que desean borrar la existencia de aquella pequeña firma de abogados, que débil pero firme resiste el paso del tiempo.

Eso fue lo que te atrajo del lugar para empezar, lo que te hizo aceptar sin mucho mal humor tu trabajo. “Se parece a mí”, pensaste por un momento cuando lo viste por primera vez.

 

Abres la puerta, entras con un suspiro en la boca al sentir que la recepción es cálida, pues el aire acondicionado está siendo explotado por la bondadosa secretaria quien, al verte, sonríe.

 

-Buenos días, Michael – te dice, amable como siempre, y te duele traicionar su confianza, la confianza de todos en ese lugar.

Estas cansado de traicionar a cada maldita persona que llega a tenerte un poco de cariño.

Cariño que no mereces.

 

Pero sonríes, porque todos en ese lugar son víctimas. Incluyéndote.

Todos merecen una sonrisa hasta el último momento. No permites que la tristeza ciña en tu pecho, es un trabajo más, no hay vuelta atrás.

 

Después de sacarte los gruesos guantes de lana miras casualmente a tu alrededor viendo que el lugar está casi vacío. Sábado en la mañana no viene mucha gente a tan temprana hora.

 

-¿Está el jefe?- preguntas a la secretaria. Sólo es por pura formalidad ya que vas caminando directamente al despacho del fondo apenas escuchando a la respuesta de la anciana.

 

-Está con su hijo…- pero no piensas detenerte.

 

-No hay problema- dices más para protegerla y que no te siga. La mujer asiente y vuelva a trabajar mientras te alejas. Te detienes frente a la gastada placa con el nombre de tu jefe y pegas la oreja a la madera, sabiendo q el otro par de empleados que están alrededor no te prestarán atención. Oyes Susurros, pequeñas elevaciones de voz, el corazón se te acelera un poco al sentir esa vibra de tensión. La ira fluyendo lentamente entre las rendijas de la puerta.

 

Sin más ceremonia te concentras en tu próxima acción. Sólo pasa un segundo para que sientas esa fría corriente recorrer tu cuerpo, tan conocida y odiada y, aunque no tengas un espejo, sabes que tus iris han dejado atrás su color almendrado natural y se han teñido de color azul. Un azul tan frío y abrasador a la vez, tan claro he hipnotizante que cuesta creer que es real.

Tu mano, delgada y pálida, va por la perilla y abres la puerta con lentitud, el aire apenas y se mueve para dejarte pasar, cierras sin hacer ruido.

Te has convertido en un fantasma…

Pero no estás muerto…

 

-No quiero -Dice un chico y un silencio tenso cae sobre la habitación. Sólo hay dos individuos dentro aparte de ti. Un hombre que ronda los 50, canoso y regordete: tu jefe. A unos pasos de distancia se encuentra su hijo, dándole cara con impotencia, tratando de disimular su enojo. Es joven, casi tiene tu edad, después de las fiestas debería empezar la universidad.

 

-¿Por qué no me puedes entender?- vuelve a hablar el joven

 

-Eres tú quien no quiere entender- le responde el padre con un suspiro contenido. Tus pies apenas tocan el piso, es como si flotaras, como si fueras parte de una brisa, invisible, imperceptible, pero sin embargo…

 

¿Cómo dejas que te hable así?- pueden escucharte. Una pequeña parte de su ser, su alma, su subconsciente, escucha cada palabra de tus labios cuando te acercas, miras sobre el hombro de tu “jefe” y le susurras de nuevo – ¿Dejarás que arruine tu vida, marchándose con esa cualquiera? – Ves cómo el hombre cierra sus puños comenzando a enojarse ante tus palabras. Y cierras los ojos un momento, tomando un respiro, aún con tu experiencia lamentas las falsas acusaciones. –Es un chiquillo insolente – vuelves a susurrar y tu voz es ahora firme. Sigues adelante, como siempre.

 

-Déjame hacer mi vida- Responde el muchacho, controlando su tono – Yo…la amo papá. – Susurra bajando la mirada, asustado de revelar aquello – Y me casaré con ella –

 

No puedes permitir semejante cosa! Tu esposa ya ha sufrido demasiado – susurras. Usar a su esposa es un golpe bajo.

 

-¡No te lo permito!- grita el padre, tratando de mantener el control. Caminas deslizándote con gracia hacia el muchacho, te colocas a su lado mientras el padre reclama:- ¿¡Acaso no piensas en nadie más que en ti?! – Te inclinas hacia el chico para susurrar de nuevo, siempre con aquella voz fría, como un silbido, que acompaña a tus gélidos ojos.

 

¿Cómo puede decirte eso? Siempre controlándote, ¿Cómo puede usar a tu madre contra ti? Tu no tienes la culpa de lo que le pasó a tus hermanas…¿Verdad?- el chico absorbe aquellas palabras sediento, ves cómo su alma palpita ante los recuerdos, palpita de rabia contra su padre. Él sólo quiere, desesperadamente, ser amado. Lo sabes, por que lo has conocido, por que lo has espiado, por que su alma es clara como el agua.

 

-¡NO METAS A MAMÁ EN ESTO!- explotó el joven.

 

-¡NO ME GRITES! – el chico cruza la oficina en un par de zancadas y se planta casi frente a su padre, tú lo sigues como una sombra.

 

Esto no es vida, no lo mereces­ – Hechas más leña al fuego, es tu trabajo.

 

-¡¡Sólo trato de evitar que arruines tu vida, la vida de todos!!- Padre protector, sólo quiere lo mejor para él. Los rodeas mirándolos con indiferencia y en menos de un segundo estás tras tu jefe de nuevo.

 

La angustia que le causará este chico matará a su madre, no puedes perder a tu esposa también…ya has perdido demasiado…

 

-¡Piensa en tu madre! ¡Siempre fue muy fuerte desde que perdió a la bebé! Y ¿¡A CASO NO SABES LO DELICADA QUE ESTÁ DESDE LA MUERTE DE ARIANA?! ¡SÓLO 10 AÑOS Y MURIÓ POR SU ENFERMEDAD! Y AHORA VA SU HIJO Y LA ABANDONA POR UNA CUALQUIERA PARA IRSE A VIVIR DE VAGO AL EXTRANJERO! – Ha agarrado a su hijo por las solapas de la camisa, pequeñas gotas de saliva llovieron en el rostro joven y la cólera tiñó de rojo la cara del padre. Está desesperado por retener a su hijo.

 

Lo hizo! No es tu culpa que tu hermana muriera al nacer y que la otra haya nacido con una enfermedad, no es tu culpa estar sano, ¡No es tu culpa querer formar tu propia vida!

 

-¡NO ES MI CULPA! ¡Y quítame las malditas manos de encima! – se suelta del agarre y cuando su padre lo toma del brazo le golpea la mano, quizá demasiado fuerte, para que lo suelte. –Me voy a casar, y me iré del país, ¡NO ME VOLVERÉIS A VER NUNCA MÁS! Y no hay nada que puedas hacer para impedirlo- El desafío y resentimiento tiñen su voz. Su padre duda un momento.

 

¿Dejarás que te humille? Te está manejando un chiquillo, un niño te grita y ¿tú lo dejas? –

 

La bofetada que le dio su padre le dolió en el alma. El sonido pasó cortando la habitación, por un momento ambos se quedaron mudos mirándose. Tu ser regocijándose por los simples seres a los que manipulas. Ni te diste cuenta cuando esa sensación comenzó a corre por tus venas.

 

Y sientes una fiesta estallar en tu interior. Tambores sonando a un ritmo estridente, contagioso y enloquecedor

 

Te ha levantado la mano ¿Y dejarás que se quede así? ¿Dejarás que haga lo que quiera contigo? ¿Qué te controle? ¿Qué te separe de tu amor? – sólo después de soltar la última palabra eres conciente de tu regocijo y retrocedes un poco, apretándote el pecho para calmarte y volver a ser conciente de ti, volver a estar destrozado por dentro, frío como hielo, lo que sea, pero no quieres disfrutar esto.

No quieres ser un monstruo.

 

El chico reacciona rápidamente a tus palabras, lo que un momento fue duda luego se pintó de rabia, un resentimiento tan fuerte que disfrutó estrellar su puño contra el rostro de su padre. Rió al ver la sangre brotar de la nariz.

 

-No vuelvas a tocarme- dijo casi sin importarle que fuese su propio padre a quien había golpeado.

-¿Permitirás esto?…luces tan patético…golpeado por un crío que tiene menos de la mitad de tu edad…patético…– Y el padre enloquece. Lo sigues con la mirada cuando avanza hacia su hijo, lo toma del cuello y aprieta…el chico asustado patalea tratando de liberarse, por suerte golpea a su padre en la pierna y este lo suelta con un grito de dolor. El chico está asustado.

 

No le tienes miedo, ¿O si?, muéstrale que eres un hombre también, que él no puede hacerte algo así…Venganza… – Y sigue tus palabras como un muñeco. Avanza hacia el mayor, que está sobándose la rodilla, y, después de vacilar un momento, le da una patada en el estómago que provoca que caiga rodando y se detenga de golpe contra una silla que le lastima el otro costado. Un hijo que ha golpeado a su padre tiene miedo, lo sabes, pero en este momento, avivado por la rabia que has provocado, no se detendrá…y lo sabes.

 

-Maldito…niño…-jadea el padre tratando de levantarse, las piernas le tiemblan y tiene que apoyarse en la silla para no caer de nuevo.

 

-Eso…es lo que te pasa por meterte conmigo.- Responde frotándose el cuello adolorido. –Ahora, si no te importa- dice sarcástico – Me voy, haré mis maletas y me marcho esta misma tarde – Se da la vuelta y camina hacia la puerta. Quiere huir, está cayendo poco a poco en el pánico de ver a su padre así. Sabes qué es lo que sigue.

 

-¡NI SE TE OCURRA IRTE! ¡QUIETO AHÍ!- chilla exasperado y el muchacho tratando de aparentar una serena superioridad se voltea sosteniéndole la mirada. Sigues al adolorido anciano quien se ha acercado a él y, contra todo pronóstico, ha vuelto a agarrarlo del cuello.

 

Debes detenerlo…– la adrenalina y el enojo le dan la fuerza necesaria para levantar al muchacho varios centímetros del piso – Tienes que hacer algo – Arroja el delgado cuerpo al otro lado de la habitación, este cae sobre la mesita que tenía una planta y la maceta se rompe bajo su cuerpo comenzando a sangrar. –Eso no es nada, se levantará y se irá, ¡Tienes que hacer algo! –

 

-¡Hijo de puta!- logra gritar el joven, apretándose la pierna que tiene un feo corte  –¡Ojala no fueras mi maldito padre, ojala te mueras pronto! – Eso hace enfurecer al mayor quien sólo ve a un niño haciendo una rabieta.

 

Sabes que puedes hacer para solucionar todo esto… ¿No tenía en el cajón de tu escritorio….?– dejas la pregunta en el aire. Suficiente insinuación para que el hombre recuerde de pronto aquello que guarde en la tercera gaveta del escritorio tras él. Se voltea un momento, dudando. –No tienes opción, ¡Arruinará tu vida!– Te muerdes el labio al decir esto, triste porque sabes en qué acabará todo.

El hombre toma tus palabras, sin saberlo, claro está. Pero estas anidan en su mente y tras recordar a su esposa rodea el escritorio, su hijo aún jadeante trata de recuperar el aliento a cuatro patas en la otra esquina de la oficina, mientras no deja de maldecir a su padre entre jadeos.

 

-Hijo, no me obligues a…sólo tienes que dejar a esa cualquiera y todo estará bien- susurra serio mientras abre el cajón que estaba con llave. El chico alza la vista, la furia escapa de sus ojos.

 

-¡TE ODIO! ¡ODIO A TU MALDITA ESPOSA! ¡OS ODIO A AMBOS Y OJALÁ SE MUERAN!- Logra gritar y empieza a toser. Esa fue la gota que colmó el vaso.

El padre abre el cajón dejándose llevar por la cegadora cólera recorriendo sus venas.

Siquiera sabía lo que hacía cuando tomó el arma que yacía escondida junto a unos viejos archivos en el cajón.

 

Levanta la pistola de plata. Apunta casi sin ver. Su cara roja de ira.

 

El disparo resuena en todos los rincones de la oficina.

 

El chico cae, agoniza.

 

Otro disparo. Y el joven muere.

 

Tus ojos brillan con un azul relampagueante. Un coletazo de emoción golpea tu pecho al verlo caer.

 

Gritos se oyen tras la puerta de la oficina, la pobre secretaria debe estar aterrada. Mas no se animará a entrar, la conoces y lo más seguro es que ahora esté llamando a la policía.

Te inclinas sobre el hombre de tu “jefe” que ahora tiembla, no parpadea, no aparta la vista del cadáver frente a él.

El arma aún está en su mano. Suspiras

 

Y, como muchas veces, la piedad inunda tu pecho. Ha sido suficiente sufrimiento para una vida. Es tiempo de que, por lo menos, su cuerpo descanse.

 

-¿Que has hecho? – le susurras, solo parpadea una vez y sabes que te ha escuchado – Ya has sufrido demasiado ¿No crees?…¿No sería mejor…irse?-las piernas comienzan a temblarle y respira aceleradamente – Tu esposa estará bien, tus hermanos la cuidarán…

La cuidarán…-susurra para sí el hombre –Mi hijo está…muerto…-De pronto los 50 años que carga le caen de golpe, su rosota repentinamente se ve más viejo de lo que es.

 

Si te vas todo estará mejor, ¿No  es mejor que crean que ha sido un asesinato que saber que su propio esposo mató a su hijo? Esta es una calle peligrosa, la ventana está abierta, nadie sospechará… –

 

-Yo lo…a mi hijo…-las manos le tiemblan ahora y las lágrimas cubren sus ojos. Suspiras, la tristeza te llega, la lástima por el pobre hombre te cubre.

 

Pronto llegarán los policías…es mejor que te apresures –el hombre baja la vista y ve el arma en sus manos – Es lo mejor, lo sabes. Podrás ver a tu hijo de nuevo… ¿No quieres disculparte con él? aún no es tarde…- Levanta el arma temblando y apunta a su propia cabeza – Apresúrate…tu hijo te espera…estas haciendo lo correcto…

Y dispara.

 

Más gritos tras la puerta y las sirenas de policía se escuchan llegar.

Metes las manos en los bolsillos dando dos pasos atrás mientras ver el cuerpo del anciano desplomarse. Te inclinas y le cierras los ojos para que descanse.

 

Sales con calma del despacho, sin mirar atrás de nuevo. Caminas hasta la recepción donde las pocas secretarias que había salen despavoridas por la puerta mientras el carro policía se estaciona. Tus ojos dejan de ser azules, dejan atrás ese frío y severo tono para volver a ser castaños mientras te inclinas a tomar tu bufanda. Y cuando el aire tibio de la recepción te reconforta es que la anciana secretaria que hasta ha poco te saludó tropieza contigo, afligida y con el rostro pálido.

 

-¡Joven! ¡Salga rápido!- Te dice desesperada.

 

-¿Qué ocurre? – Preguntas haciéndote el desentendido – Venía a ver al abogado –

 

-¡Hubo disparos! No se que ha pasado pero en la oficina del jefe hubo disparos! – toma tus manos y sigue corriendo sacándote del establecimiento. Los policías entran y otros tratan de calmar a los testigos. Una oficial se acerca a ti y a la anciana secretaria.

 

-¿Qué ocurrió? ¿Pueden describirme lo que pasó?- pregunta después de sacar su libreta. La secretaria le cuenta todo lo que escuchó, los gritos y los disparos, y luego tú sólo dices.

 

-No tengo idea, yo iba entrando cuando todos salieron corriendo. Sólo vine a consultar a algún abogado por mis papeles…escolares- inventas y ambas mujeres te creen. Cuando por fin la oficial se aleja y ha pasado un rato la anciana, ya más calmada, trata de romper el silencio entre ustedes y calmar sus nervios.

 

-¿Y cómo te llamas?- Te pregunta. Y es esa la pregunta que más odias. Recuerdas que esta mañana la saludaste, como tantas otras mañanas, y que sabía quien eras, aunque no fuese tu verdadero nombre, por lo menos te conocía. Y ahora su memoria se ha ido, como la de todos con los que has tenido relación en esa firma de abogados en la que trabajaste 3 meses.

 

-Johon Walter- respondes hosco, dolido. La mujer está por entablar alguna charla trivial contigo cuando, de improvisto, unos enfermeros que venían en una ambulancia junto los policías, comienzan a sacar un par de camillas con los cuerpos cubiertos por mantas blancas. La anciana chilla aterrada y se olvida de ti. Lo que aprovechas para escabullirte y, con la helada brisa ahora golpeando tu nuca, comienzas a caminar lentamente tratando de pensar en nada.

 

Atraviesas la ciudad en una hora y poco más, los pies doliéndote un poco pero no te importa. Llegas a un pequeño apartamento en un edificio antiguo y, tras saludar al casero, subes al segundo piso, tercera puerta a la derecha y entras con la vieja llave.

Sólo un escritorio, una cama pequeña y una ventana sin cortinas es lo que hay dentro. Parece desabitada salvo por la pequeña mochila que descansa sobre la cama, ahí dentro están tus escasas pertenencias. Listas para partir desde anoche.

Aprietas la mandíbula al ver, sobre el escritorio, un sobre azul.

 

Suspiras. Vas hacia él, lo tomas y te sientas con pesar en la silla que hay cerca. Lo abres y lo vacías en tu mano. Está un poco más pesado de lo normal.

Hay una hoja, un pasaporte de avión y dos fotografías. Antes que nada ves la hora de tu vuelo, es dentro de 45 minutos a:

 

-¿Londres?- Te preguntas en vos alta, tienes leves recuerdos de haber escuchado sobre esa ciudad. Te fijas en tu reloj de pulsera y ves que estás retrasado. Guardas todo en el sobre de nuevo, tomas tu mochila y sales del edificio tomando un taxi al aeropuerto. Quisieras leer la hoja que hay en el sobre, saber cual es tu próximo trabajo, pero los constantes baches y curvas en el camino te hacen imposible leer nada en el taxi, además estás asustado. La última vez que perdiste tu vuelo pasaron cosas…malas.

 

Tienes suerte, el taxista se apresura lo suficiente para llegar al aeropuerto a tiempo y llegas cuando están por cerrar las puertas del avión, después de verificar tu único equipaje de mano y ver tu boleto, (en el cual tu nombre era Anthony Williams) abordas y descansas por fin en tu asiento. Hechas una última mirada por la ventanilla al despegar, despidiéndote de Madrid.

Cuando el avión está ya sobre las nubes recuerdas el sobre azul. Lo vuelves a abrir y, por suerte, te tocó estar sin nadie en el asiento al lado así que puedes leer tranquilamente.

Sacudes el sobre y la hoja que cae en tus manos. Es simple y concreta, como siempre.

Involucrados:

Adelica Campbell

**

Johon Barker

 

 

 

Bajo cada nombre había una brevísima biografía de un par de líneas, más que nada trabajos actuales y lo que involucraba, de forma crucial, a cada sujeto con el otro.

Lo lees sin gran interés, dejas la hoja en el sobre de nuevo y ves las fotografías. La primera de un hombre un tanto canoso, bigotes y cejas bien pobladas, tal vez anda por los 48… ¿o más? Nunca has sido bueno adivinando edades. Bajo la foto está el nombre “Johon Barker” enmarcado. La guardas en el sobre.

 

La otra fotografía te inquieta un poco en cuanto la ves. Ojos que reclaman tu atención, ojos transparentes color miel. Una chica que debe andar por tu edad, pelo largo rojo, pecas y piel pálida. Luce delicada, luce débil.

“Adelicia Campbell”, nombre perfecto para alguien con ojos miel, cabello como dulce de manzana  y piel crema.

Te ríes de ti mismo por tal comparación.

 

Pero sin darte cuenta tus ojos se han vuelto azules.

Sin darte cuenta te relames los labios, hambriento.

Sin darte cuenta ves a la chica como una presa.

Tú presa.

 


Continuará……

 

 

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Mi querida niña

06/11/2010 at 21:37 (Amor, Poemas, Trajedia)

 

Mi querida niña

By: M.A.D.

Pon mi espalda contra un hermoso árbol,

En medio de un bosque.

Pon tus manos en mi pecho.

Empuja con fuerza.

¿Puedes oír ese sonido?

Empuja más fuerte y lo escucharás.

¿Puedes oírlo?

Es el sonido de mi corazón quebrándose bajo tus manos.

Es el sonido de mi vida alejándose.

Empuja con más fuerza.

¿Puedes oírlo?

La alegría me invade, por fin cumplo mi promesa,

Por fin le doy mi corazón a mi querida niña.

Empuja con más fuerza

Tienes mi vida en tus manos.

Tienes mi último aliento entre tus labios.

Deja de empujar.

Mi pecho está ya frío,

Pero no dejes de escuchar.

Nunca.

Pues siempre estaré a tu lado,

Susurrándote

Te amo.

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Bienvenido, Esto es Aberdeen

16/07/2010 at 21:38 (Amor, Historias, Trajedia)

«Matanza en Aberdeen»

By: M.A.D.

Capítulo I

Bienvenido, Esto es  Aberdeen

“Odio las bufandas”

Era lo único que pensaba en aquellos momentos. Me hacían picar el cuello, me sentía ahogado y, como estaba ocurriendo en este instante, se enredaba en todos lados.

Suspiré cansado, creo que no fue una gran idea pasar a visitar a mi primo Robert que vive en Dumfries, la ciudad principal de esta fría región, tan alejada de mi hogar en Londres.

Suspiré nuevamente, me removí en el asiento del coche y traté de desenredar las hebras naranjas de mi calzado, pero mi lucha era inútil. Mientras desenredaba una, otra pequeña e infame hebra se enredaba y si me ocupaba de ella pronto dos hebras más me atacaban, era frustrante. Comprendo que mi tía Lucy me tenga gran aprecio, yo siento lo mismo, pero ¿¡Tenía que hacerme una bufanda que me llega hasta los tobillos!? ¡Vamos!, que ya tengo 23 años, no creo que vaya a crecer mucho más.

Bajé la ventana del auto para tomar algo de aire y ver el paisaje. Hace poco que dejamos el pueblo atrás, ahora lo único que se veían eran árboles a lo lejos, una que otra casa solitaria y el tedioso camino de tierra.

Después de unos cinco minutos el auto se detuvo frente a una casa de aspecto pintoresco, sencilla, paredes blancas y techo rojo, dos pisos y pequeño jardín. Lo que puedes esperar de una antigua y típica casa Inglesa.

Pareciera que los últimos 50 años no han asomado su cogote por aquí, esta casa no tiene para nada el aire de las nuevas máquinas que abundan en Londres, como si venir en coche fuese un delito. Romper un tabú.

Bajé del auto mientras el chofer descargaba mi única maleta. Me estiré flexionando los brazos y piernas cansadas por el viaje, dos horas en la carretera son un poco aburridas y me dejan entumecido de la cadera para abajo.

-Gracias, adiós – fueron mis únicas palabras al chofer quien, tan pronto recibió su paga, abordó el coche negro y dentro de poco se perdió de vista en el camino de vuelta.

Llegué a la puerta de la casa con algo de esfuerzo, mi maleta era de tamaño moderado, pero estaba a reventar de libros, anotaciones…y ropa tejida por la tía Lucy. Toqué un par de veces a la puerta con ayuda del asa de hierro decorada y esperé. De pronto apareció tras la puerta una mujer de más o menos de 30 años, con su traje de mucama arrugado y el semblante serio. Me escudriñó con la mirada, parecía atenta, rayando en el nerviosismo.

Y estaba pálida.

-¿Si?- preguntó con la garganta seca.

-Buenas tardes, soy el nuevo inquilino – salude más cordial de lo que hubiese querido, me estaba poniendo nervioso la seriedad con la que me miraba la mujer. Sus ojos cafés oscuros parecían querer matarme. Noté que no se decidía a dejarme pasar, quizá desconfiaba de mí, lo que no me parecía muy normal en estos lugares tan alejados de las grandes ciudades. Pero bien, rebusqué entre mi saco café claro hasta que lo encontré, le tendí a la mucama un papelito blanco.

Anthony Luke Crawford

Abogado

Simples palabras en un simple papel, mi carta de presentación con una pequeña flor como único adorno (Azucenas, tradicionales en mi familia), las cuales evitaban que mi tarjeta se viera más desnuda de lo que estaba. Fue un regalo de mi padre, aún no soy un Abogado, recién estoy en mi segundo año de Universidad, pero supongo que no encontró otra cosa que regalarme…eso y gusta alardear de sus hijos.

Pobre, si tan sólo supiera lo que sus hijos estuvieron a punto de hacer.

-Lo siento – susurró la mujer inclinándose hasta que uno de sus negros mechones le tocara la nariz – Por favor sígame, señor – noté que no se atrevió a decir mi nombre o mi apellido por la vergüenza. La notaba agitada.

-Esta bien- Le sonreí, no era la primera vez que desconfiaban de mi, ya estaba acostumbrado. Es algo triste ¿Verdad?

El vestíbulo era sencillo y acogedor, me alegré de sentir ese calorcito dejando atrás las corrientes de viento, comenzaba a atardecer.

La muchacha estaba inquieta, muy inquita. Apenas sostuvo mi saco cuando se lo pasé, sus ojos parecían canicas rebotando del pasillo hacia mi saco y luego a mí, de nuevo al pasillo y cuenta nueva.

-¡JANE! ¡JANE!- se escucharon de pronto unos gritos del final del corredor, al fondo de la casa. Gritos que más bien parecen aullidos de un triste perro en vez de una mujer.

-¡Ya voy!- responde la chica dejando mi saco sobre una silla con tapiz de cuero negro – Disculpe – es lo único que atina a decir y sale corriendo hasta perderse en una de las puertas del corredor.

-Vaya…- susurro en un respingo, no es el mejor recibimiento del mundo se podría decir. Esos gritos me han puesto los pelos de punta y el estar solo en una casa extraña no apacigua mi inquietud.

Espero un par de segundos, de pie, indeciso, con maleta en mano y la bufanda a medio quitar. ¿Qué hago?. Pasando un minuto y medio de no escuchar ningún sonido por el pasillo decido esperar a la dueña de la casa en la sala, o a que venga nuevamente la mucama.

La sala…¿Dónde está la sala?. Buena pregunta, tengo cinco puertas a mi alcance y debe ser una de ellas. Usando mi lógica, que pocas veces me falla, abro la puerta directamente a mi izquierda, siendo que es la primera habitación cerca del vestíbulo y que parece ser la que tenía ventanales que daban al jardín, tiene que ser la sala.

Giro la perilla, abro la puerta…Y si, era la sala.

Había unas hermosas sillas tapizadas estilo Louis XVI. Había miles de libros en los estantes de madera tallada.

Había una alfombra antigua combinando con las sillas. Había una taza de té tirada en el piso manchando la alfombra.

Había té derramado mezclándose con sangre…

Y había un cadáver…

Continuará……

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Un inicio breve pero me parece apropiado para abordar la historia, tengo fe en que los siguientes capítulos sean más extensos.

=) bye!

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